"La luz va ordenando a las personas como si se tratase de recuerdos, va arreglando la colocación de los grupos, ustedes en el medio por favor, usted al lado como si divagara. Así, muy bien..."
Este es el inicio de Amor Perdido, el libro de Carlos Monsiváis que escribió en 1977 con referencia a figuras que "dejan huella", Siqueiros, José Alfredo, Lara, Raúl Velasco...
La luz colocaría a Carlos Monsiváis hacia el frente, sonriente, con esa risa de Gato de Cheshire que se pierde en la noche...
El vacío que deja "Monsi" es inconmensurable, nos deja ciegos, en una oscuridad a la que sólo podía dar luz él con las palabras. La pregunta exagerada de Elena Poniatowska "¿Cómo vamos a seguir sin ti?" está más que justificada.
Somos como huérfanos de las explicaciones del periodista, como niños buscando en un Súper, todos estamos bien, pero ahora nos falta algo...
Este país tan reclamante de explicaciones se detenía cada que hablaba Monsiváis, si uno volteaba a la tele y coincidía con uno de esos ataques de ubicuidad que tenía el escritor, debía callar a todo mundo, "mamá, espera, está hablando Monsi... está analizando la impunidad", "... la economía", "... los quince años de barrio"..."la idiosincrasia del mexicano y la lucha libre", "... la última película de Juan Orol"... "... los bailes de Tin Tan", y él, con su generosidad de palabras e ironías nos explicaba todo y de paso el actuar del mexicano, criticaba a la clase política, a la económica, criticaba a mis maestros, a mi alcalde, a mi familia, a mi, hacía una autocrítica y sonreía tímidamente para liberar un gesto con el que decía "gracias", con su risa gatuna.
En los diarios era igual, el hombre de la Portales escribió generoso, analizaba, recordaba escritores, filósofos, citas de personajes de cine, igual para Excélsior, Reforma, El Universal, La Jornada o cualquier nombre de revistas, sin olvidar la Proceso, en la que escribió su "Por mi madre bohemios" al final de su vida, donde las citas eran las humillantes frases de los políticos.
Inolvidables fueron sus participaciones en las cápsulas de ABC Radio presentado por Agustín López Zavala, en radio Red y en tantas estaciones por donde fluyó su voz o su imagen presentada en la vieja Imevisión o en sus espacios en el noticiario estelar de Televisa o en pequeñas apariciones en el cine, desde Los Caifanes sesentera hasta en La Vengadora donde brinda con un grupo de narcos.
Monsi era ajonjolí de todos los moles, igual aceptaba un pomposo honoris causa con corbata encubierta con una toga que salía con Lucía Méndez en la revista Tele-Guía o brincaba a Nexos o la que fuera.
Quién más que él podía criticar a todos los colores, a las derechas, a las izquierdas, a los centros, a los remates y los goles, estaba en todo, absorbiendo el actuar, la cultura, el comic, el cine, la radio, la música, la televisión, las sonrisas, las certezas y los azares de un país que necesitaba de sus explicaciones para entenderse, para mirar con crudeza una realidad que en voz de Monsi le daba risa...
Porque el cronista era, es, indispensable para entender a este país, que más de ideas, es de ocurrencias... y se lo advirtieron...
Hoy la luz ya se las arregló para ponerlo al frente como gran protagonista de todo, como el explicador que México necesita y es por ello que su funeral se entiende en las circunstancias que se dio, lleno de aristas, con hombres, mujeres, homosexuales y heterosexuales, unos religiosos, otros escépticos y otros ateos, se llenó con escritores, pintores, caricaturistas, músicos, activistas de cuánta cosa, cineastas, periodistas, organilleros... gente de todas las tallas e ideas...
Aun muerto parecía que Carlos Monsiváis nos seguía explicando muchas cosas que no entendemos, éramos y somos como esos gatos que lo extrañarán, que lo verán pasar enfocado por una luz y que sólo estaremos ahí entre sus libros esperando que nos diga algo... lo que sea...
Sí que lo extrañaremos...
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