sábado, noviembre 03, 2012

La tumba en el cerro de Cuthá

Prógalo (diría Tres Patines): Compartimos esta experiencia que nos llevó a conocer una zona arqueológica no muy conocida y poco accesible. De este paseo, concluimos que la cultura popoloca de hace mil años, se moriría de risa ante la resistencia de tecnología del calzado deportivo alemán.

La tumba en el cerro de Cuthá.
 Rodeada de piedras cúbicas, una entrada revela la historia de un gobernador muerto hace más de mil años años, no es una tumba cualquiera, está ubicada entre los cerros más altos de Zapotitlán Salinas y para llegar a ella se debe caminar al menos una hora entre senderos nada amables, vegetación desértica, e insectos para llegar al que fue uno de los centros de poder más importantes de lo que ahora conocemos como los estados de Puebla y Oaxaca.

La tumba es la cereza del pastel para un paseo que incluye: conocer una parte importante de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán y lo que queda de edificios, terrazas, juegos de pelota, calles y otros montículos del pueblo de Cuthá, que da nombre al  cerro “de la máscara” como también se le conoce.

Tropezando entre piedras, más de una con vestigios fósiles, el arduo camino implica sortear las espinas de diversos tipos de biznagas, nopales, órganos, magueyes, lechuguillas (invaluables si el agua se agota) y otros arbustos que rasguñan al menor acercamiento la piel, la ropa o las mochilas.

A unos mil 700 metros sobre el nivel del mar, el pedrerío apenas se ve en el camino, rodeado de una de las vegetaciones más ricas del territorio semiárido mexicano, en un espacio mínimo se pueden localizar cactáceas con espinas haciendo círculos, saliendo de un centro, espinas largas, cortas, órganos de 10 o más metros de altura, cactus en forma de globo, cilindro o en forma de arbusto confirmando lo escrito en el catálogo “Catus, cactáceas de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán” de Emmanuel Bolaños (2009).

Hacia abajo, en un peñasco, un zopilote levanta el vuelo sobre un valle que se distingue por una enorme cicatriz, que no es más que el cauce seco del río Zapotitlán y cada paso arriba las telarañas son un obstáculo constante que se eliminan con varas.

En este cerro, no hay depredación evidente, protegida la Biosfera, por el contrario, hierve en vegetación y las especies, como el venado y el tigrillo o tigre montés, poco a poco han regresado a su hábitat, comenta Leonardo Noé García Vázquez, representante de Paleoparque Las Ventas, que acompañado de Mario sirven de guía para una caminata de más de un kilómetro cuesta arriba.

Tras la subida, el premio es una planicie de unas 9.5 hectáreas que alguna vez fue habitada y que hoy está invadida por vegetación de la zona.

Al paso, arbustos y cactus ocultan un promontorio de rocas que alguna vez fue una construcción útil y cerca, otros montículos evidencian lo que fueron edificios y la indudable arquitectura de un muro, parte de una pirámide.

A los ojos del visitante contemporáneo, todo es nuevo, pero, de acuerdo con el libro “Cutha, El cerro de La Mascara: Arqueologia y etnicidad en el Sur de Puebla” de Blas Roman Castellon Huerta (2006), los primeros estudios de la zona se realizaron a principios del siglo XX, en 1905, cuando el doctor Nicolás León y el etnógrafo francés León Diguet, por separado, visitaron este espacio arqueológico.
Vista desde el cerro hacia el Oriente.
En el documento, Castellón Huerta detalla la riqueza del lugar y explica con gráficos y fotos el tipo de construcciones que existen cuyos vestigios aún miran al valle de Zapotitlán Salinas.

Reportado oficialmente como referencia nacional en 1936 en el Atlas arquelógico de la República Mexicana, Cuthá fue “uno de los centros de poder más importante de la zona que se encuentra entre el Valle de Tehuacán, el centro sur de Puebla y regiones circundantes en la zona montañosa limítrofe con Oaxaca”.

El cerro, inmerso en una historia milenaria que lo incluye dentro de asentamientos que datan del año 7 mil antes de Cristo, según el libro Valle de Tehuacán y Cañada de Cuicatlán, historia, ecología y cultura de Diódoro Granados, Georgina López y Miguel Angel Hernández, fue con el paso del tiempo un espacio habitado por chocho-popolocas hacia el 150 antes de Cristo y tuvo una historia cultural de unos 1700 años.

Aquí, bulló la vida entre pobladores que conocían bien las antiguas tradiciones religiosas y constructivas de la zona Mixteca, de los valles centrales de Oaxaca, de la zona centro-sur de Puebla “y, seguramente, de otras zonas más alejadas”, según el texto de Castellón.

El lugar, que alguna vez fuera un punto de comercio de sal y el punto que dio vida a Zapotitlán, hoy es un mar de silencio que sólo lo invade el ruido de las chicharras, los grillos, el vuelo de los insectos, de vez en cuando algunos altavoces que se oyen a lo lejos y los autos que circulan por la carretera Tehuacán-Huajuapan de León que serpentea a los pies del cerro.


La tumba

A 200 metros de altura desde el valle, los miles de órganos parecen defender la fortificación más conservada en el Cerro de Cuthá.

La vegetación disminuye para exhibir un fuerte que se levanta sobre rocas cúbicas y basalto, un espacio que sirve de acceso y conforme se avanza hacia él, el polvoso camino de 9 metros se pierde en la piedra para ingresar a un túnel de un metro de alto por unos 80 centímetros de ancho que dirige a la bóveda central a la cual finalmente se accede mediante unos escalones rudimentarios.

Dentro, el aire se mezcla con una humedad centenaria en el espacio cuadrado al centro de la tumba que mide 1.2 metros por lado y 1.9 metros de altura.

Castellón lo midió todo en 1994 y reportó lo que se puede ver. Tres nichos de aproximadamente un metro cúbico rodean el espacio central y sobre las paredes, se ve la piedra caliza cortada así como trabes de basalto.

La entrada es la única fuente de luz lo que obliga al uso de lámparas y a superar cualquier amenaza de claustrofobia.
Vista desde el fondo de la tumba.
La tumba, que algunos historiadores aseguran albergó el cadáver de un gobernante de nombre Xapotl, es prueba de que la planicie tuvo un tiempo de esplendor.

El mismo Castellón explica, que en una cronología de más de mil 400 años desde el 150 después de Cristo (dC) hasta el año 1550, la construcción pudo levantarse entre los años 650 a 950 (dC).

“El momento de apogeo de Cuthá ocurrió durante su periodo IV (650-950 dC) (...) Durante esta época se construyó la cripta funeraria que está dentro del edificio piramidal en la parte alta del sitio”, dice en su libro.

En este período, el número de construcciones llegó a las 250, era un señorío independiente con alianza con los aztecas, pero gradualmente la población comenzó a menguar hasta unos 300 años antes de la Conquista (1521), tiempo en que Cuthá “fue un sitio con actividad mínima, posiblemente de tipo ceremonial funerario y, de manera ocasional”.

Hoy, el cerro de Cuthá aún alimenta parte de la economía de la zona de Zapotitlán Salinas, así como lo alimentó de habitantes tras la Conquista, mantiene una intensa vida biológica y guarda secretos y maravillas para aquellos que se aventuren a subir sus laderas y llegar a la cúspide, desde donde se observa el espléndido paisaje del Sur de Puebla.

No es la mejor infografía, pero este es más o menos el recorrido.

-----

Advertencia
Subir el Cerro de Cuthá no es cualquier paseo. Sus veredas son intrincadas y los riesgos son constantes, por ello, Leonardo Noé García Vázquez, representante del Paleoparque Las Ventas sugiere solicitar guías para evitar perderse en la montaña.

Advierte de las posibilidades de perderse y cuenta “nos ha tocado el caso de venir a bajar gente a la medianoche que hacen fogatas porque están perdidas. Lo recomendable es que vengan con un guía”.

Recomienda acudir con calzado cómodo y resistente (tipo bota, no tenis), camisas de manga larga, sombreros, suficiente agua y acudir lo más temprano posible para evitar las altas temperaturas de la zona, sugiere iniciar la caminata a las 07:00.


----

La vida en el cerro

  • Calificados como chocho-popolocas o popolocas, los habitantes del Cerro de Cuthá hicieron de su altiplano, una población que duró casi mil 700 años.

  • 150 Antes de Cristo (aC)-250 Después de Cristo (dC)
En este periodo, con 52 estructuras reconocidas, destacan varias observaciones. Posiblemente fue aquí, en la parte más alta de Cuthá, donde se inició la arquitectura formal del sitio.

  • 250 dC - 500 dC
En esta época, la contrucción en el interior del sitio se intensifica con 149 estructuras ocupadas, lo cual representa más del doble del periodo anterior.

  • 500 dC-650 dC
Sólo hay algunas variantes. El número de edificios aumenta a 158

  • 650 dC -950 dC
En esta época Cuthá alcanza su máximo grado de ocupación con 215 estructuras representadas a lo largo de 300 años. Es el clímax del sitio.

  • 950 dC- 1250 dC
Durante esta época se observa un rápido descenso de la ocupación interna de Cuthá.

  • 1250 dC-1550 dC
El último periodo de ocupación de Cuthá, atestiguado por sólo 25 estructuras con actividad evidente.

Artículo publicado el 31 de octubre en El Mundo de Tehuacán