miércoles, noviembre 23, 2022

Se nos quiebra la voz...

Es muy triste imaginar una noche como hoy en las instalaciones del periódico El Mundo de Córdoba después de una historia de trabajo continuo de 62 años, pero hoy con la redacción apagada y en silencio, sin el ajetreo que yo disfruté por más de 20 años en diferentes momentos e instalaciones de la misma empresa.


Sin reuniones de trabajo, sin poner como objetivo la preocupación ciudadana, sin la lectura de adelantos, la jerarquización y la decisión de seleccionar la noticia, sin la confirmación del dato y los planillos de publicidad o la selección de fotos y diseños, sin ver ese apresuramiento del reportero llegando tarde para escribir o del que sale con urgencia a cubrir una eventualidad que en otros tiempos traía siempre un radio en la mano.


Quizás un lector sin acceso a los medios no imagine lo triste que debe ser la redacción apagada a horas de la tarde cuando se daban las decisiones más críticas, sin la presión del editor, sin el repique de teléfonos, sin el eco de una TV lejana, sin la discusión entre periodistas y artistas por mejorar una plana: triste debe ser el silencio de los teclados y las computadoras, sin el movimiento del ir y venir entre lugares de trabajo para llevar un comentario, un dato, un café o el cambio de planes inoportuno y molesto ya entrada la noche, pero obligado para mejorar la edición.


Paren prensas... hubo un día que oprimí el botón.

Y lo más triste debe ser esa oscuridad y frialdad donde se guarda la prensa en horas de la madrugada aún con restos de papel y tinta de ayer, porque simplemente el diario ya no se imprimirá más.


Con el fin de la voz en papel de El Mundo, la comunidad de la zona centro de Veracruz queda en la orfandad informativa, sin medios serios o con otros movidos por la necesidad de comunicadores sin rigor o algún empresario jactancioso y sin escrúpulos.


Lejos de las razones que llevan a un medio a dejar de imprimirse, cuyos análisis abundan, queda el vacío local.


La tragedia no es pequeña, ciudades como Córdoba y Orizaba, y antes Tehuacán, Tecamachalco, Huatusco, Poza Rica y Tuxpan, pierden su acervo público y su escribano de todos los días, su historiador por antonomasia, se quiebra su voz y todos los ecos que esta generaba. Si la pérdida para un lector moderno es mucha, imaginen a ese lector tradicional que pierde hasta la oportunidad de leer la lista de ganadores de la Lotería Nacional.


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No más clima, no más horóscopos, no más cartones, no más columnas polémicas, no más baches ni avisos de cierre de calles, no más anuncios clasificados, no más avisos del “hoy no hay clases” o “cierran bancos”, no más la denuncia de la cartera robada, el pleito que terminó con vecinos reconciliándose en una celda, no más la nota novedosa ni la repetitiva, no más la cabeza del editor orgulloso que resolvía tres pisos en una columna ni el fan de los épicos o cinematográficos titulares que sintetizaban un resultado deportivo.


Aunque he visto y participado en el ahora constante oleaje tecnológico que acarrea algoritmos, trampas cibernéticas y comunidades forzadas, no dejo de sentir una punzada en el corazón al saber que con el fin de El Mundo de Córdoba en papel pierdo una parte muy importante, no importa si dejé de pertenecer a ese diario hace un par de años, porque fue la naturaleza del periódico la que me enseñaba todos los días un oficio que no requiere de mucha academia como para saber y detectar diagnósticos de una sociedad que siempre, siempre necesita información puntual y ética.


Es triste saber que no habrá un periódico en papel que nació solo de preguntas, literalmente de la nada y que hoy ya no hay un equipo de trabajo que genere ese producto que, antes de liberarlo a la hora de cierre, lo acariciaba constantemente hasta en los detalles que a veces sólo entendía el editor.


Pensar que desde sus páginas se tomaron tantas decisiones, desde salir con paraguas, saber por quién votar o qué película ver, qué o no comprar, cambiar de ruta o tomar mayores cuidados al salir de noche.


En verdad pienso en la redacción vacía y la prensa en silencio y es muy triste y en mi caso, triste es también la coincidencia, porque hace 31 años llegué a esa empresa para pedir un empleo, no tan lejos de Córdoba, en Poza Rica, no en El Mundo, sino en una sucursal llamada El Norte, igual un 21 de noviembre, solo que más de tres décadas después, esta fecha se marcó como el día que se trabajó para generar su última edición impresa.

Cartón publicado el 23 de febrero de 2010 a propósito del 50 Aniversario de Diario El Mundo. (El dibujo estuvo colgado desde dos o tres años antes en el departamento de Recursos Humanos)