jueves, abril 23, 2020

La muerte de Mundstock, un acto fuera de programa

Sí, me despedí, pero no dije adiós, dije: "au revoir" 
Mundstock en El regreso de Carlitos

No se preocupen por la extensión del texto, sólo les llevará leerlo cuarenta y cinco... horas.

Marcos Mundstock.
Con la barba cana, como nos tenía acostumbrados, o sin ella en los principios de Les Luthiers, Marcos Mundstock tenía la capacidad de hacer reír con un movimiento de cuello, con una distracción en la lectura, con una corrección, con una absurda pronunciación del inglés, con una disertación caótica con Daniel Rabinovich, bailando con su sobrino Yoghurtu y detonaba el aplauso sólo con mencionar el nombre del insigne Johann Sebastian Mastriopiero.

Hoy se fue el tipo que se paraba frente al atril para captar la atención del “respetable” y que más de 50 años nos condenó a ser fans de los Luthiers por tener esa enorme virtud de pocos, hacer reír… y peor, pareciera que sin querer.

Pero qué se puede decir de Mundstock que no se haya dicho ya, o que sí se haya dicho, era un humorista del tipo cara de palo, un poco Buster Keaton, un poco Benny Hill, un poco John Cleese, pero no puede evitar exhibir que había copiado todo el estilo de Günther Frager.

Su capacidad de dicción era asombrosa, hablaba constantemente, como si no pudiera dejar de hablar; y uno se preguntaba: ¿no podría dejar de hablar?
Como Escipión.

Mundstock abría en el escenario la puerta de un humor irrefrenable en cuanto empezaba el show de Les Luthiers, bastaba su primer palabra para saber que vendría una mezcla de inteligencia, mezclada con música y una torre de locuras creativas, sorpresivas, llenas de juegos de palabras.

Era de todo en el grupo y su polifacética labor le permitía ser un cronista de la historia del adelantado Domingo Díaz de Carreras, el contramaestre rebelde de un bergantín lleno de piratas, un vampiro redimido, Escipión tratando de encontrar paz a la liviandad de su hija o el vocero de una secta cuyo pastor está detenido por el FBI.

Interpretando al doctor Heriberto Tchwok.
Quisiera creer que marcos Mundstock no ha muerto, que desde hoy vive en el lujoso hotel Normandie de Miami, rodeado por el aprecio de los suyos y el cariño de las suyas, como Huesito Williams, pero la nota no la desmienten ni los Luthiers.

La muerte de Mundstock nos lleva de una primera sensación desconcierto a una segunda sensación de desconcierto.

El vampiro redimido.
Su voz inconfundible (sólo la podemos confundir cuando la hace el doctor Heriberto Tchwok en La Gallina dijo Eureka) es el eje de las obras de Les Luthiers, casi todas creadas por el creado Mastropiero, ya no estará más entre nosotros, sólo en YouTube, archivos mp4, DVDs y algunos CDs y casetes que anden perdidos por ahí.

Era para los fans de Les Luthirpers un profesor superior de música, de armonía, composición y contrapunto; premiado, condecorado... o sin decorado.

Marcos y Daniel Rabinovich.
Ya no sabremos si es uno de los dos padres de Manuel Darío, tampoco su voz nos dirá quién mató a Tom McCoffee ni nos dirá las noticias en Radio Tertulia como Murena... bueno, tampoco lo hará Ramírez porque ambos ya transmiten desde una frecuencia que no escuchamos, ni terminaremos de oír esa interesante historia del mayordomo de Mastropiero.

Sus lecturas quedan inconclusas, como alguna obra de Johann Sebastián y a su vez Mastropiero pierde la voz perfecta para confundir nombre polacos o checos, también se va el mejor villano del grupo.

Nos deja Marcos Mundstock, una de las bases del Les Luthiers desde su origen en I Musicisti, y se une a Gerardo Masana, Roberto “Negro” Fontanarrosa y Daniel Rabinovich, los otros tres ingratos que ya se divierten en sus nubes diseñando actos lejos de este pandemónium terrenal. Nos deja en un momento en que el humor, al menos en español, está en crisis.

Y aunque no era el mejor cantante, ni el mejor bailarín, ni el mejor músico, era la esencia de los Luthiers y se va dejando a miles con un nudo en la garganta recordando el mar de carcajadas que nos hizo liberar... nos deja con una sensación inenarrable...

A Mundstock le sobreviven Carlos Núñez Cortés, Jorge Maronna y Carlos López Puccio, además de Ernesto Acher y millones de fans en todo el mundo hispanoparlante.


Para más información de Marcos Mundstock ver la Wikipedia o el libro Les Luthiers de la L a la S de Daniel Samper Pizano.

miércoles, abril 15, 2020

Tomás Setién, el mar de pláticas

Tomás Setién en imagen del 14 de marzo de 2020. 
Platicar con Tomás Setién era sumergirse en un mar de detalles que si te descuidabas, te veías anotando datos, no para verificarlos (bueno, a veces sí), sino para buscar el contexto completo de algo tan rico que en media hora, era como leer un libro.

Tenía una pasión infantil por los datos, por la escritura, pero particularmente por el disfrutar del momento, además era una fuente obligada para salir de dudas en el tiempo sobre deportes, el cine, la ciudad, la política y cualquier dato de cultura general.

No había un “chavo” Sub-40 que lo abordara para preguntarle sobre la jornada futbolera. “¿Cómo ve al Chivas don Tommy?”, “Volvió a perder el América ¿Qué opina?”, “Ahí van sus Pumas Tomás”. Y él se daba sus 5 a 10 minutos para tener un análisis que cualquier Fox Sports o ESPN aprovecharían.

Y cuando escribí que sus pláticas eran un mar, es porque era cierto y cualquiera que lo conoció no me dejará mentir. Pongo un ejemplo:

Un día me contó que fue a ver uno de estos programas triples que se daban en los cines, en particular en la Ciudad de México.

Me dijo algo así y está grabado: “fui al cine Gloria a ver las películas Los Vikingos de Kirk Douglas, El Jardín del mal con Gary Cooper y Susan Hayward que la filmaron en México y una en blanco y negro Jet sobre el Atlántico, a la mitad de Los Vikingos que dura dos horas y media, oí ruidos en la parte trasera del cine, al encenderse la luz vi a una familia completa, mamá, papá, los hijos, la abuela con una canasta gigantesca que estaban comiendo, muy amable me compartieron el menú que habían desgastado: sopa de tortilla, arroz con frijoles, mole y de postre chongos zamoranos”.

Yo me quedé admirado, no de la curiosa anécdota, no… sino que en un minuto, me había dado una clase de cine estadounidense de los 50s, recordó el cine donde las vio y de paso reveló su vena periodística porque le gustaba preguntar, aún antes de entrar a los diarios y sólo así pudo traer su memoria el curioso menú degustado ese día en aquel cine de la Colonia Roma.

Tomás, el cine y los Pumas.
Para él, los hechos reales casi todos tenían referencias cinematográficas y podían leerse en sus textos y en los detalles que había colocado en su memoria desde mucho antes que IMDB (Internet Movie Database).

En su trabajo, Tomás fue un periodista natural, aún a la antigüita cuyas herramientas eran su bolígrafo y papel y ahí lo veíamos con su periódico bajo el brazo y en él, hojas y hojas con sus apuntes.

Su amplio espectro de intereses no dejaba escapar más que lo contemporáneo y no del todo.

Era un bohemio… si se hablaba de boleros, tangos, rancheras o rocanrolitos no habían quien lo parara recordando intérpretes, compositores, frases y si se emocionaba, ya estaba cantando y lo seguía haciendo después de la charla.

Bastó un día preguntarle sobre el extinto Ron Batey para que su mente viajara a los tiempos de Paco Malgasto y trajera a su voz el jingle: “Córdoba, tierra del ron, del ron, del ron Batey, lo demás es lo de menos, lo que importa es ron Batey ¡Batey!”

Antes de llegar a los diarios, como estudiante en los 60s, entrevistaba gente, así como los comensales del cine a quienes les sacó el menú, fue entrevistador de novios en Chapultepec nomás por gusto y se iba a reportear a los campos de los Pumas donde hizo su primer entrevista que no le publicó nadie al DT de UNAM Alfonso “Pescado” Portugal.

En esos tiempos y de ahí el reforzamiento de su memoria, hacía críticas y crónicas que anotaba de las películas en los programas triples y si no veía las películas, estudiaba la cartelera en diarios como el extinto Novedades y estudiaba los repartos, los directores y los cines. Fue una esponja.

Un día desayunando comentó que al no poder dormir, hizo un ejercicio de memoria y recordó todas las películas de Luis Aguilar para sorprenderse y rematar con un “y sabes una cosa, las he visto todas”.

Lo asombroso es que ante la amenaza del recuerdo de una vieja cinta, era capaz de recordar el cine donde la vio y detalles del ambiente.

Su afición por Pumas lo hacían recordar las alineaciones por temporada, pero no sólo el futbol era el blanco de sus gustos deportivos, tenía también decenas de digas de memoria para el beisbol y los Diablos Rojos del México, que era su equipo por encima de Cafeteros y también muy metido en sus gustos, quizás la única discrepancia que tuve con Tomás, los toros.
Tomás, los Diablos fue su equipo de la LMB, claro, Cafeteros también.

Lo curioso es que, pese a que su padre buscaba en Tomás el talento de la mercadotecnia, él superó esto y se puso como objetivo ser periodista venciendo un reto que su mismo padre le puso.

“Ok, dedícate al periodismo, hazme una crónica de un juego que pase en la televisión”, lo retó.

Y Tomás lo hizo y contó: “le hice la crónica de un partido Pumas-Toluca que terminó en empate 1-1 con goles de Pereda y Enrique Borja”.

Recordaría un motivo fuerte, su mismo padre Domingo Setién Muñoz había sido colaborador en El Mundo de Córdoba con una columna titulada “Desde afuera del área” firmada por el pseudónimo Dosemú.

Ya entrado en el trabajo periodístico no hay forma de sintetizar la cantidad de personas a las que entrevistó entre estrellas deportivas y famosos del show business, tampoco la cantidad de tinta que se invirtió en sus columnas y notas diarias que igual abordaban las ligas locales que el análisis mundialista.

Disfrutó del cine hasta la última oportunidad, aunque fuera por Youtube.
Se negó a la edición, porque consideraba que “El amor al periodismo para mi es escribir”.

A horas de su muerte, Tomás falleció la madrugada de este martes 14 de abril, todo esto es una carga nostálgica muy fuerte sabiendo que ya no habrá más desayunos con Tomás, con quien pasé en estos últimos tres años muchas mañanas compartiendo el café, que no mostrará más su generosidad de hombre bueno, que no tendremos de él una pieza de pan más ni regalará la fortaleza de su voz para saludar con emoción.

Veinte días antes de su muerte lo vi emocionado viendo en YouTube la película Los Platillos Voladores de Adalberto Martínez “Resortes”, a quien entrevistó en una cafetería de la ciudad de México, donde el comediante le actuó una escena de Los Albañiles.

En esa última cita, dejando a un lado los temores al Covid-19, tuve la oportunidad de compartir un último abrazo y la alegría de ver a un gran amigo, excelente fuente informativa, un gran humano, un emocionado niño que quería seguir platicando lo que vio ejerciendo naturalmente su vocación de periodista.

Pero ya no está más y es muy triste saberlo.


Tomás Setién nació el 16 de noviembre de 1947.