martes, enero 16, 2024

Cosas que a nadie le importan... ¿Qué onda con José Agustín?

Hoy, en su gustada sección "Cosas que a nadie le importan", presentamos "Qué mala onda que se muera gente que antes no se moría": de chavo, por ahí de los 10 u 11 años, curioseando en los útiles de un primo secundariano encontré un libro bastante choncho que tenía descansos y nombres desconocidos para mí, Baldomero Lillo, La Gallina Degollada, Macario, Juan José Arreola, etc etc... y un título atrapó mi atención "Cuál es la onda"... quizás porque me hablaba en un lenguaje chabacano sin complicaciones ni rebusques, me enganché y lo leí... era la historia de una bella chica que se creía fea y un baterista... el texto había sido escrito por un cuate que


le gustaban los juegos de palabras y oh, palabrotas... nunca las había visto en un libro, cuándo se había visto eso porque a mi edad lo único que conocía era Aquel caracol y salpicaduras de Juan José Tablada, Gabriela Mistral, Julio Cortázar, entre otros y canciones populares mexicanas que leía en los libros de lectura de la SEP... ¿¡What!? ¡La palabra seno! ¿El baterista le agarró un seno a la niña del cuento?... y esto de Mabelle ¿Es por Los Bitles?.... el choncho libro no era otro que el Cuento Hispanoamericano de Seymour Menton que no era otra cosa que un compendio... del cuento hispanoamericano.

Además de la temática que me había atrapado, el autor de "Cuál es la onda" tenía así como nombre compuesto de cantante pop tipo Juan Gabriel, Roberto Carlos o Manuel Alejandro... su nombre, José Agustín, sin duda me enamoré de Requelle Mabelle en el cuentote y leí más... muchos años después de haber descubierto el hielo, adelantando el reloj como dos décadas y trabajando como reportero/editor de un suplemento cultural, me asignaron a buscar una entrevista con el Juan Gabriel de la literatura, el mismisísímo José Agustín, que tenía una conferencia en un teatro de una ciudad de cuyo nombre me acuerdo perfectamente.

Corrí al escenario de la cita donde me dijeron que el susodicho escritor y fumador no estaba, que se había ido a los portales de Córdoba (¿Vieron que sí me acordé del nombre de la ciudad?) y como el recinto estaba a media cuadra caminé y solitario, echando humo y aspirando vapor de café estaba José Agustín, viendo a la nada y disfrutando de la tarde por ahí de las 5 pasado meridiano.

 Yo, más directo que el tramo de la Línea 2 del Metro entre las estaciones San Antonio Abad a Pino Suárez y con menos tacto que un trabajador de rastro le dije "Señor José Agustín ¿Me permite entrevistarlo?". Contrario a lo que cualquiera pudiera responder como un "tú qué, quién eres, no me estés molestando chavo o sáquese perro", no qué va, extendió la mano en señal de "chenche no canche", me saludó con la misma y me dijo "Qué bueno, porque me estaba aburriendo"... después platicamos largo y tendido porque le habían aplazado la conferencia y no le habían avisado así pasó la tarde y las penumbras asomaron por esos portales históricos... 

El caso del ocaso es que el autor de aquel cuento que había atrapado mi atención 20 años atrás no solo era generoso con las letras sino con la gente, su amplia sonrisa se llenaba de humo y disfrutaba de su propia plática, tendría que regresar a la hemeroteca para recordar un poco por dónde transcurrió la entrevista, pero sí recuerdo que me habló de la evolución de la literatura y la libertad... y de que el mundo se iba a acabar en 2024... no, esto último lo inventé...


José Agustín era el mismo cuate de esos libros de los que hasta salían colores y olor a petate quemado, el mismo que era bastante desenfadado al salir en TV y hablar de música, libros y el acontecer del país...  el mismo que revisaba las décadas de un México que padecía de sus gobiernos... ya habían pasado muchos años de que el autor se había vuelto referencia y quizás sí lo sabía y hasta se había vuelto un cliché en la historia literaria de Latinoamérica... 

Terminando la chamba/diversión acudí a la plática colectiva de la que ya no recuerdo nada y terminé la jornada con el deber cumplido... luego escribí a dos planas para ese suplemento cultural... y lo que son las cosa, no hubo selfies porque no había teléfonos inteligentes y los que existían aún no aprendían a fotografiar.

Ahora pienso que antes de hoy, lo leí hasta La Tumba y recuerdo qué buena onda fue ese autor de 'Cuál es la onda' y qué mala onda que se haya muerto.. me sacó de onda"... ya tantán... Descansa en paz José Agustín.

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