martes, marzo 16, 2021

La firma de "la mano de Dios"...

Viernes relajado en una jornada de trabajo normal en la redacción... de repente, todos corren hacia la explanada interior del edificio del diario Reforma, algunos desarman la edición del día y buscan en particular una sección, la deportiva.

El rumor es: "entrevistaron a Maradona y ya se va" y mientras otros llevaban planas enteras, yo tomé una hoja de papel bond. Eran cerca de las 6 de la tarde del 9 de junio del 2000 y el astro argentino visitaba la Ciudad de México para ver a su amado Boca Juniors enfrentar al Cruz Azul en la final de la Libertadores.

La publicación de la entrevista a Diego en Reforma el 10 de junio del 2000.
Pero Diego no pudo llegar al estadio dos días antes para ver el juego, solo se quedó; el día 8 visitó el Azteca que casi 14 años atrás había sido el escenario de su máxima gloria y cascareó en el llamado Centro Rayo para luego tener una larga fiesta y al día siguiente dar la entrevista a Reforma aquella tarde de viernes.

Todo mundo bajó con la intención de toparse al hombre que había hecho campeón a la selección de Argentina con el pie y "mano de Dios" zurdos, el que había llevado al Scudetto al Nápoles, el que le mentó la madre a los fans detractores en el Estadio de San Siro, el que luego de tocar el cielo se desplomó a los infiernos de la droga y los excesos.

Era el Maradona del 86 con varios kilos de más, ese que metió cuatro goles fantásticos en el Mundial de México y otro que marcó perfectamente lo que era el argentino en la vida, muy talentoso, enorme, pero sin poder evitar hacer trampa.

La TV nos había permitido ver en aquella Copa como a Italia le metió un gol sin ángulo en Puebla, a Jean Marie Pfaff en el Azteca le hizo dos de hechura muy similar entrando por lado izquierdo del área dejando belgas en el terreno, el tramposo gol con la mano y el que hizo como gacela perseguida por un león inglés que nunca lo alcanzó en Santa Úrsula.

Luego de pasar por España y llegar al Calcio italiano, en los ochentas, frente a un televisor aún con 256 líneas en blanco y negro, los domingos era obligado poner muy temprano el Canal 7 de Imevisión, la extinta cadena de Gobierno, para ver un poco de magia de varios cracks, no sólo del argentino.

Si teníamos suerte, casi siempre en la voz de Carlos Alberto o Raúl Orvañanos, podríamos escuchar y ver las faenas de Platiní con Juventus, de Matthaeus con Inter, de Elkjaer con Verona, de Gullit-Rijkaard-Van Basten con Milan y claro, de Maradona en Nápoles.

Muchas veces pudimos ver la emocionante salida de Diego ante el alarido a una sola voz del estadio de San Paolo. Y luego Maradona metiendo gol tocadita a un lado de un portero inmóvil, haciendo un efecto endemoniado de tiro libre, girando como Nureyev, triangulándolo con Careca, hilvanando fino en el área chica entre un montón de defensas enloquecidos, muchas veces.

Maradona, en la gloria del México 86, en gráfica de AP.

Tacconi, Gali, Zenga y otro montón de porteros de aquel tiempo fueron víctimas del endemoniado talento que Maradona desbordaba en las canchas del Calcio.

Luego vino el, para muchos, insípido Mundial del 90, el drama del 94, el fin de las canchas en activo y las caídas y rebotes.

De regreso a aquella tarde del 2002, en lugar de seguir a la turba que buscaba al Pelusa, la lógica me dijo que iba a ser muy difícil llegar a verlo, así que en lugar de seguir a los entusiasmados reporteros, diseñadores y editores mi destino fue el estacionamiento bajo el edificio.

Abriéndose la puerta del elevador me topé con un silencio que duró apenas unos seguidos cuando de algún lado distinguí a Maradona rodeado por un séquito que lo cuidaba de un enjambre de hombres gritando "a mí, a mí, Diego, Diego a mí".

Michelle curioseando sobre el autógrafo de "El 10".

Me bastaron un par de pasos para acercarme a Maradona, extenderle el cuadrito de papel entre sábanas de periódico que buscaban el autógrafo y ahí, "la mano de Dios" garabateó una M seguida de un rayón que parece que dice Diego o Diez.

No necesité más y vi como en dibujos animados, una turba escandalosa se alejaba teniendo en su centro a Diego Armando Maradona. "¡A mí Diego, a mí!"... yo me quedé viendo el papel como si tuviera cierto encanto... aunque en realidad no decía nada... es un garabato sin forma que me había firmado ese hombre regordete que emanaba un aroma extraño, quizás perfume, pero en exceso.

Fue triste ver lo que le deparaban los años "al" Diego. Subió y bajó de peso, recayó en las drogas, regresó a los escándalos y hasta vino a México a dirigir a un equipo sin trayectoria.

Finalmente, el 25 de noviembre de 2020, consecuencia de muchos excesos, Diego murió.

Me quedo con todo lo que nos despertó desde las canchas. Si era de izquierda, fan de comunistas, rebelde que enfrentó al poder de la FIFA y un adicto a las drogas, la comida y las malas compañías, qué, eso no resta valor al talento que en muchos llegó a causar odio.

Difícil que el futbol vuelva a tener a una figura de esa envergadura, pueden muchos jugar maravillosamente, pero no hay forma de alcanzar a un personaje que sustentaba sus carencias en el momento que tenía un balón en sus pies, sus piernas, su pecho, su cabeza o su mano izquierda, la que me firmo un papel blanco.

No hay comentarios.: