De Tocho, como buen niño crédulo, creyó en los ovnis, en las conspiraciones, en el fin del mundo a la vuelta de la esquina, en un intercambio nuclear masivo, creyó que el 2000 era un línea que separaba la llegada de algo monumental bajado del cielo, incluso, creyó que a los 18 sería adulto (y al llegar la fecha mamá nos despertó con esta frase "qué adulto ni que la chingada").
Ahora, sin tanta credulidad y con menos infancia, ve con simpatía la información alarmista de que un experimento de física terminará con el planeta.
En Suiza, y rompiendo fronteras, un enorme tunel (el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) se ha convertido en el blanco de los temerosos. Un grupo de científicos (del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear-CERN, por sus siglas en francés) pretende hacer chocar dos protones para simular y sondear lo acontecido en una fracción del primer segundo de vida del Cosmos.
El caso es que se divertirán mucho mientras afuera, cientos de personas temen que la colisión de partículas subatómicas generen un agujero negro y comience la destrucción del planeta, el sistema solar y otros cuerpos celestes que nos rodean (cosa que ya no veríamos ni podríamos reportar en vivo y a todo color).
No... esta vez no. Ya de temores De Tocho pasa de largo, ya no cree en la venganza divina, el coco o Michael Jackson (Bart vende a su alma).
La destrucción del mundo, como ex niño crédulo, que por ahora sólo teme a los meteoritos que caen en la cabeza, ya no preocupa, sin embargo, por si las dudas, deja un miedito guardado ante la posibilidad de que, el choque de protones abra una puerta en el espacio que nos lleve a toda la humanidad a conocer otra dimensión.
Por si son peras o son manzanas, mientras llega el fin del mundo... ¿yo?... ¡yo me voy pa' Tijuana!
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