“Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos”, diría “Cantinflas” a propósito de los tres minutos de la película “Soy Charro de Levita” (Gilberto Martínez Solares, 1949) donde el genial Germán Valdés “Tintán” interpreta “Ojos Tapatíos”.
Tintán, emulando al Charro Cantor en Ojos Tapatíos. |
Y aunque Mario Moreno no creo que hubiera usado su frase para una referencia tintanesca, realmente esos tres minutos son dignos de guardarse entre algodones para disfrutarlos, como tantos otros del Pachuco, aunque estos son realmente excepcionales.
Adelantado a su tiempo, incluso a su rutina de ‘asatelitar’ sus canciones (usar varios ritmos de diferentes países), “Tintán” canta con tal talento que es un momento brillante de la época de oro del cine mexicano y en el caso de la pieza musical, quizás forme parte de una de sus mejores interpretaciones, si no es que la mejor.
Escrita por el zamorano Fernando Méndez Velázquez, músico y poeta cuya vida transcurrió entre 1882 y 1916, el tema requiere bastante habilidad vocal para interpretarse y fluye en la voz de "Tintán" como si se tratara de un paseo dominical por una soleada alameda (cualquiera de cualquier ciudad).
Famosa inicialmente en la voz de Jorge Negrete, “Ojos Tapatíos” fue escrita por ahí de 1900 y grabada por “El Charro Cantor” alrededor de 1947, aunque también fue registrada en la voz de Pedro Infante, Los Calaveras, varias rondallas, entre otros.
Pero qué tenores, ni que barítonos ni que bajos, aquí, a la manera del Presidente López Obrador, decretamos que la mejor interpretación de Ojos Tapatíos es la del Pachuco de Oro.
En la película, ante una pizpireta, avispada y muy romántica Rosita (Rosita Quintana), bajo la luz de la Luna, guitarra en mano y espiado por el pequeño Pepito (Ismael Pérez), el otrora Topillo Tapas se arranca tras un primer acorde con la frase inicial “No hay ojos más lindos” y durante un minuto parodia la engolada voz de Negrete.
Bajo la dirección y fondos musicales de Federico Ruiz y Rosalío Ramírez, "Tintán" deja extasiada a Rosita quien no deja de coquetear enamorada del trompudo y deja atrás por siglos la vergüenza estereotipada de la campesina que se esconde tras el rebozo.
Ella no, ella da la cara y se deja enamorar y enamora mientras "Tintán" llega al minuto de la canción para volverse el Pachuco comenzando a cantar a su estilacho mientras Rosita se pasea frente a él.
En un ataque de espontaneidad y al grito de “Y al ver esos ojos”, Tin Tan le hace un pase natural a Rosita y “Ojos Tapatíos” se vuelve ritmo y pasos de tango que le permiten continuar su cortejo mientras Rosita sigue paseando frente al cirquero que en automático manda la canción al boogie woogie estadounidense.
Rosita Quintana merece arieles, diosas de plata, osos de Berlín, palmas de Cannes y óscares en el momento que el enamorado del cute, el tando y la chaina se aloca con la pieza y ella toda enamorada tiene que resistir estoica el embate tintanesco de un “catoin cata toin cata toin toin toin”.
En este momento reflexiono y no alcanzo a comprender cómo acordaron esa escena, partiendo de qué o a quién se le ocurrió convertir la sublime “Ojos Tapatíos” en una pieza disparatada donde se transforma todo lo musical y la letra que pasearon por un rancho mexicano, la llevaron a barrios bonoarenses, la hicieron volar a las calles de Los Angeles y la regresaron a tierras mexicanas, pero no a Rosita que sigue estoica en el papel de musa enamorada.
El caso es que la canción termina con final feliz y que gracias a un charpazo de Pepito, Tintán termina en brazos de la Quintana que ya rendida a los encantos de "Tintán" ingenuamente pregunta “y todo eso me lo cantó a mi”.
Luego de un trompazo del Pachuco, la escena se registra para la posteridad, “¡Corte y queda!” habrá gritado Martínez Solares feliz mientras todo el set finalmente desata las carcajadas al haber sido testigos de un momento verdaderamente momentáneo y trascendente del cine mexicano.